Así como un hombre fue atacado por ladrones cuando le dio la espalda a Jerusalén y se dirigió hacia Jericó, los que abandonan o se oponen a Jerusalén, terminan recibiendo desastres y la destrucción. Sin embargo, los que aman a Jerusalén, reciben bendiciones y la salvación, como Daniel, quien siempre oró hacia Jerusalén a pesar de muchas dificultades y obstáculos.
La razón por la que Jerusalén se personifica con frecuencia en el Antiguo y el Nuevo Testamento, es que Jerusalén representa a Dios Madre que salvará a la humanidad.
Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella; Isaías 66:10
Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre. Gálatas 4:26
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