Cuando Abraham renunció a su único hijo Isaac, obedeciendo las palabras de Dios, Dios lo bendijo, diciendo que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo. Hoy, nosotros también recibiremos grandes bendiciones cuando obedezcamos los mandamientos y decretos de Dios.
Si tenemos fe, no nos limitamos a cumplir las normas de Dios con una fe tibia, sino que se produce cierto cambio en nuestro interior.
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