El apóstol Pablo, quien dedicó su vida entera al evangelio, animó a los santos de la Iglesia de Dios en “proseguir a la meta para ganar el premio celestial, hacer la obra de evangelistas y cumplir el ministerio”. Él también testificó que corrió hacia el premio del cielo, el cual Dios le concedería.
Así como aquel que fue elogiado en la parábola de las diez minas, Dios concede sobreabundantes bendiciones a sus hijos que han trabajado duro por el evangelio en sus respectivas áreas y posiciones, conforme a lo que han cumplido.
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