Así como los hijos se parecen a sus padres,
los hijos de Dios deben convertirse en
amor pues Dios es amor.
Él murió en lugar de Sus hijos que
estaban destinados a entrar en el
infierno eterno debido a su pecado
en el cielo.
Y les permitió el reino de los cielos,
limpiando todos sus pecados a través
de Su preciosa sangre.
Por eso, los hijos de Dios deben
compartir el amor unos con otros
y renacer como personas celestiales.
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