Como cristianos, debemos convertirnos en la sal y la luz del mundo mientras vivimos. Para ello, Dios nos dio la enseñanza: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor; gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración; compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad”.
Cristo Ahnsahnghong y Dios Madre han dicho que cuando nos damos cuenta de la gracia del perdón de pecados y de la salvación dada por Dios y la compartimos con los demás, se cumple la ley de la Biblia. Los verdaderos cristianos deben practicar el amor de Dios con la misma mentalidad.
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, … No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Romanos 12:1–2
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