En la época del Espíritu Santo, debemos creer en Dios Padre y Dios Madre y seguir su palabra a fin de recibir la eterna herencia celestial que Dios nos ha prometido.
Josué y Caleb creyeron en la promesa de Dios en lugar de fijarse en la realidad que se veía ante ellos. Los tres amigos de Daniel no temieron la amenaza de ser echados al horno de fuego. Noé obedeció con fe cuando Dios le anunció algo que nunca había visto. Del mismo modo, los miembros de la Iglesia de Dios recorren el camino del evangelio creyendo en la promesa de Dios.
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. Hebreos 11:6
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